El espejo by Mavi Gomis











{27 May 2010}   Dr. Jedrzej Morawiecki: Pros y contras de Kapuscinski

Antes de concluir con la explicación de este II Seminario Internacional  Richard Kapuscinski, quisiera especificar algunos de los aspectos y características más significantes de este gran periodista desde la opinión de Jedrzej Morawiecki, reportero y profesor de la Universidad de Wroclaw.

Jedrzej comienza su intervención de forma un tanto confusa, pues alaba a Kapuscinski como gran modelo a seguir del reporterismo, pero también da unos puntillazos a su persona para “dejar de leerlo como una Biblia”. Las cuestiones que este reportero se ha planteado alrededor de la vida de Kapuscinski no conciernen únicamente a sus reportajes sino que son preguntas más amplias. Cuando habla de este gran periodista dice que lo primero que aparece es el elemento de admiración: “Al mencionar las obras de Richard Kapuscinski sentíamos una suerte de cerradura en la boca”, comenta Morawiecki. Explica que sentía miedo de expresar sus ideas por si pensaban que se trataba de envidia o frustración. Al principio de su carrera cuando le preguntaban que opinaba sobre Kapuscinski él decía que su obra “El imperio” había despertado en él ciertas emociones, entonces le corroboraban que así tenía que ser.  Desde entonces, Jedrzej piensa que ha surgido un debate científico sobre la obra de Kapuscinski.

En un momento de su carrera, a Jedrzej empezó a interesarle Rusia, y a asombrarle los textos de Kapuscinski en Gazeta Wyborcza. En un principio siempre lo citaba y recurría a su ejemplo. Aunque, respecto a este apunte, dice que eso no quería decir que fuera su maestro (y duda que lo fuese para los demás reporteros). En estas conferencias hemos escuchado en varias ocasiones que los reporteros que han tenido trato con Kapuscinski son o fueron sus discípulos. Pero, aquí Jedrzet tira un balón fuera y dice que aunque siempre ha surgido esa pregunta, a su parecer “el reportero labrador tiene como jefes a sus propios compañeros” (lo que no quita que todos leyesen a Kapuscinski).

Una cosa si se notaba en las palabras de Jedrzet y es que al hablar de la obra de “El emperador” trasmite esa especie de magia que lleva dentro Kapuscinski en sus reportajes. A ésta gran obra la califica como “una obra maestra llena de estilo”, un ejemplo, un modelo donde se da una fuerte influencia del autor. Dice que esto es acusa de que Kapuscinski estaba condicionado por su visión y conocimiento previo del mundo que quería narrar, y que hacía transmitir un subjetivismo que encandilaba y lo sigue haciendo. Jedrzet dice que en la cabeza de Kapuscinski se creó una visión de un mundo antiutópico. Se solía decir, explica este periodista, que Kapuscinski era un hechicero, un encantador del reportaje, pero entonces, vuelve a resurgir la duda, otro problema que hay que buscarlo en sus obras: ¿el reportaje debe encandilar?, ¿debe ser como un cuento de hadas?, pregunta abiertamente Jedrzet. Y contesta, “él nos da ese cuento de hadas, esa historia y nos lleva a esos mundos llenos de blancura”. Su idea es mostrar ese mundo ideal; pero en realidad lo que hace es hiperbolizar la realidad. Explica una cosa muy curiosa, y es que Kapuscinski siempre acerca a sus lectores lugares en los que suceden catástrofes ecológicas, repletas de “aire sucio”, pero si te acercas a esos parajes, se descubre otro punto de vista, que según Jedrzet, le falta a Kapuscinski.

La mayor distinción que realiza este periodista acerca de Kapuscinski es que lo ve más como un literato que como un periodista puesto que lo que hace es hiperbolizar la realidad. “Tenía una sensibilidad extraordinaria -comenta Jedrzet- y una gran capacidad de intuición”. Pero por otro lado, Jedrzet quiere subrayar que hay fragmentos y estructuras que están arraigados en la mente de la gente y en algunos casos al leer a Kapuscinski hay que salir de esa idea y analizarla.

En su opinión es difícil hablar de la forma de hiperbolizar de Kapuscinski, porque eso sería desmitificarlo como maestro, pero si dice que hay que criticar sus obras de forma directa, y no solo alabarlas como  si de un monumento se tratasen.



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